IPad mini no es más ni menos de
lo que desde su nombre se anuncia: una tableta pequeña. Así como existen
sedanes y coupés. Así como desde hace años existen diferentes tamaños de
televisores: ¿alguien se ha quejado porque un televisor de 20 pulgadas tenga
menos características premium o mejores funcionalidades que una de 60?
Sin embargo, una parte de la
prensa especializada –la misma que infla artificialmente las expectativas sobre
los productos de Apple– esperaba que la iPad mini caminara y sirviera el café
por la mañana. Y ayer le rompieron el corazón porque, como su nombre lo indica,
la nueva iPad es solo más pequeña, mini: su pantalla no es Retina (es decir, su
resolución se queda en 163 pixeles por pulgada, lejos de los 326 ppp de los
iPhone y iPod touch de cuarta y quinta generación), y su procesador es un
modelo A5, ligeramente mejorado respecto al que lleva en sus entrañas el iPad
2, pero no tan poderoso como el A6X de núcleo cuádruple para el procesamiento
de gráficos que late dentro del iPad con Retina display, igualmente presentado
ayer en California.
Entonces, si el iPad mini no
prepara el café y no tiene lo mejor de lo mejor de la tecnología disponble en
Apple, “lo odiamos”, dicen algunos bloguers o reporteros que cubren la fuente
tecnológica o de negocios.
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